Tierra, playas, huesos, agua, río, cielo, pez, pájaros, árboles fluyen en este nuevo libro de Nadia Prado, proliferación de nombres para aquello que solo se deja inscribir en el lenguaje poniendo otra cosa en su lugar. Recuerdos, preguntas, sentimientos son el cuerpo fragmentado de un pasado que retorna, esperando aún la revelación de su sentido: ‘la tierra no habitada iba a dar a los ríos’. El deseo que se pone en obra nos conduce a través de estas cifras hacia un nombre propio siempre ausente, toma cuerpo en figuras e imágenes sin fijarse en representaciones -‘¿Por qué alguien querría apisonar la tierra?’-, como si la tarea de las palabras fuese la de transmitir el curso de una intensidad antes que los significados muertos de las cosas. El lenguaje extrema sus recursos sin ceder al ingenio fácil, sin apelar al humor de un lector cómplice. Sin duda, se trata de una escritura cuyas exigencias deshacen cualquier complicidad, una escritura que nunca se rinde a la lucidez cínica de una derrota orgullosa ni al débil atesoramiento de ausencias: ‘Las cosas perdidas regresan sofocadas’. Como en las obras anteriores de Nadia Prado, el cuerpo es también aquí un motivo exigente, cuerpo sin nombre -lejos de lo biográfico- que como origen y destino del deseo deviene en inagotable flujo de imágenes. Lenguaje animado por una voracidad de mundo, de sus pliegues, fragmentos e intersticios, pero el sujeto desde donde se ejerce ese desmedido afán se ha localizado: ‘Tras la puerta encuentra el hijo su lugar’. Emerge ahora el tiempo como horizonte de las palabras, y entonces la escritura prolifera animada por una interrogación acerca de las cosas que ocurrieron, entre las que se encuentran también las que nunca ocurrieron. Poesía que se escribe desde un presente que tiene al propio cuerpo como memoria: ‘Madre ¿mi padre hombre me tomó en brazos al nacer?’. Este libro es una intensa interrogación acerca de esa extraña memoria que es el cuerpo, ¿de qué imágenes, palabras y promesas está hecho mi cuerpo? El cuerpo es la herencia, una trama de presencias y ausencias cuyas intensidades no dejan de conducirnos hacia el pasado como origen de un deseo para el cual el mundo no es (aún) suficiente.
Un origen donde podría sostenerse el curso de las aguas
Sin existencias