“No es verdad, en la gran Monja gongorina, lo de la inspiración como ráfaga desmelenada de viento; no se puede hablar de la Musa exhalándole su ardiente jadeo sobre las sienes. Su Musa es la justeza, una exactitud que casi desconcierta; su Musa es el intelecto sólo, sin la pasión. La pasión, o sea el exceso, no asoma a su vida sino en una forma: el ansia de saber. Quiso ir a Dios por el conocimiento. No tuvo delante de lo creado el estupor, y tampoco el recogimiento; sino la delectación de gozarlo matiz a matiz y perfil a perfil. Del lucero tembloroso, ella quería saber”.
Gabriela Mistral
(Juana Inés de Asbaje y Ramírez; San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 – Ciudad de México, id., 1695). Más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, el orgullo de las letras de México. Aprendió a leer y a escribir muy tempranamente, y su ingreso al convento de la Orden de San Jerónimo el año 1669 fue una manera de dedicarse en cuerpo y alma a profundizar esa inquietud de conocimiento. En ese espacio de lectura y escritura nació su obra, que va desde la lírica, el teatro, la prosa, entre otras; todas creaciones de gran ingenio y originalidad. No se detuvo hasta su muerte, producto de una tifoidea, un 17 de abril de 1695. Sor Juana fue una mujer que enfrentó los convencionalismos de su tiempo con una valentía y una radical libertad de pensamiento. Tres títulos jalonan su trayectoria como poeta: Soledades (1902), Campos de Castilla (1912) y Nuevas canciones (1924). De su intensa dedicación al periodismo, ya en los últimos años de su vida, destaca Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo (1936).