Obras estudiadas: Río abajo (1995), de Ramón Griffero. HP (Hans Pozo) (2007), de Luis Barrales. Clase (2008), de Guillermo Calderón. Norte (2009), de Alejandro Moreno, Prat (2002), de Manuela Infante.Para Opazo, una isotopía signa los textos evocados: el ultraje del cuerpo adolescente. “En la urbe del nue¬vo milenio -dicen estas dramaturgias- acólitos, escolares, grumetes y universitarios (los pobres, sobre todo) forman parte de un sistema pedagógico letal: por una parte, las predicas públicas de intelectuales orgánicos, de jueces civiles y de le-gisladores sancionan el abuso en casi todas sus formas. pero, por otra, los “discursos fantasmas” de esas mismas autori¬dades defienden, consciente o inconscientemente, la existen¬cia de los espacios que permiten la preservación de aquellas prácticas que, desde el púlpito, procuran condenar a coro”. Opazo va contando cómo las dramaturgias se hacen eco de los abusos y también develan la inexistencia de una Ley reparatoria: “…en estos textos, la ley es apenas una mascara¬da: desregulada, la vía pública solo existe en función de la producción y circulación de mercancías, incluso libidinales: los espacios que transitan los pupilos de las nuevas drama¬turgias son nudos viales por donde los obreros se desplazan a los grandes centros comerciales, buses del transporte público donde unos púberes cantan a los pasaje¬ros, high-ways iluminadas por la luz del avisaje, o universos virtuales, tales como carteleras televisivas y salas de chat donde se traman intercambios sexuales y suicidios colectivos”.
Pedagogías letales. Ensayos sobre dramaturgias chilenas del nuevo milenio
Sin existencias