En Mujeres y economía, Charlotte Perkins Gilman traza un recorrido cultural por la relación económica entre hombres y mujeres. Detalla cómo la dependencia económica impulsada por las sociedades patriarcales, resulta un factor determinante que encasilla la posición histórica de la mujer: su exclusión del mundo intelectual o la estructuración del matrimonio y la familia, responden a esa lógica. Nos demuestra cómo la imposición de la maternidad y el trabajo doméstico fuerzan a la mujer a cumplir un doble papel: el de madre y mártir a la vez. Esta figura sacrificial se transmite a les hijes, perpetuando la imagen de las mujeres como trabajadoras no remuneradas, atrofiando su creatividad y crecimiento personal.
En está lúcida reflexión escrita hace más de un siglo –pero tristemente contingente–, Charlotte Perkins Gilman nos advierte que el ser humano es la única especie que ha impuesto que las mujeres dependan de los hombres para sobrevivir. Subraya además la importancia de un cambio cultural basado en construir sociedades igualitarias, donde la ocupación por el hogar y la crianza, sea por fin una tarea igualitaria y compartida. Porque “el trabajo de las mujeres en la casa, sin duda, permite a los hombres producir más riqueza”. “Las mujeres son factores económicos en la sociedad. Pero también lo son los caballos”, nos dice con ironía, legándonos un estudio-manifiesto imposible de desoír.