Relato de Vanesa Jalil con ilustraciones de Julio Ibarra.
La tierra, nuestra tierra, tiene música. Cada región tiene sus canciones tradicionales, sus bailes típicos. Pero también el viento tiene su voz. En el campo, cuando sopla muy fuerte, todos podemos escucharlo. Cuando escuchamos una canción en la voz de Mercedes Sosa, sentimos algo parecido. Su voz nos emociona, nos transmite una energía distinta, nos susurra una historia al oído. Es como si su hermosa voz nos llevara de viaje por nuestro país. Un viaje de melodías, de canciones, de lucha y resistencia de todos los días. Una voz que nos cuenta de los chicos que viven en la calle, que tienen hambre, que nos explica la vida dura de los peones del campo, de los trabajadores de las fábricas. Pero, también, una voz que nos llena de esperanza, que nos empuja, como ese viento campero que sopla y hace ruido y tiene música.
La que sigue es la aventura de Mercedes Sosa, una changuita que creció en Tucumán y descubrió que su voz la hacía distinta al resto. Una joven que hipnotizaba a todos los que se acercaban a escucharla, que cantaba y peleaba por un futuro mejor para otros pobres como ella, que empezó con el folklore pero después decidió cantar canciones bellas, sin detenerse en el género. Una mujer que llenó teatros en todo el mundo, que recibió ovaciones en cada escenario, pero que siempre soñaba con volver a su Tucumán querido, a saborear las empanadas que le preparaba su mamá.
Esta es la historia de Mercedes Sosa, la Negra. La historia de su hermosa voz. La historia del viento, que sigue soplando en todas sus canciones.