Pedagogía de la praxis y políticas culturales en américa latina.
La breve y heroica vida de Antonio Gramsci, y la riqueza de su pensamiento que problematiza el pasado, el presente y el futuro de su patria, despiertan sin duda admiración. Es el fin de este libro que despierten también el interés de recrear sus ideas en educación, para el docente, la institución escolar y para todo ámbito político y social en que se desarrollan actividades educativas. Porque la educación tiene especial responsabilidad en la batalla por la renovación de la cultura y el sentido común, por la construcción de una nueva hegemonía.
El pensamiento de Gramsci continúa vivo y vigente. Este libro se destina no solamente a los profesores universitarios, sino también a los estudiantes, tanto de graduación como de pos-graduación, a los educadores populares, a los profesores de la educación básica y a todos aquellos que, en este momento de reinvención política en América Latina, buscan retomar los grandes referentes del pensamiento crítico. Las categorías y conceptos gramscianos tuvieron y tienen enorme relevancia para la mejor comprensión del rol de la escuela, del currículo y del educador.
(del Prólogo de Moacir Gadotti)
PRÓLOGO
¿Por qué debemos continuar leyendo a Gramsci?
Moacir Gadotti Director del Instituto Paulo Freire, São Paulo
Empecé a leer a Gramsci en la década del 70, cuando hacía mi doctorado en la Universidad de Ginebra, en Suiza. Su obra solo fue traducida al portugués en la década del 80. En 1976, ya como profesor adjunto en aquella Universidad, dicté un curso sobre él con el título Gramsci, intelectual y militante. Desde entonces, su obra ha sido una referencia obligatoria en mis análisis del fenómeno de la educación. Por eso, me siento feliz y honrado al introducir esta obra, que muestra la pertinencia de Gramsci en la educación de hoy. El pensamiento de Gramsci continúa vivo y vigente. Este libro se destina no solamente a los profesores universitarios, sino también a los estudiantes, tanto de graduación como de pos-graduación, a los educadores populares, a los profesores de la educación básica y a todos aquellos que, en este momento de reinvención política en América Latina, buscan retomar los grandes referentes del pensamiento crítico. Las categorías y conceptos gramscianos tuvieron y tienen enorme relevancia para la mejor comprensión del rol de la escuela, del currículo y del educador.
Como todo pensador complejo, Gramsci puede ser leído a partir de distintas miradas. Son variadas las interpretaciones de su pensamiento y de su praxis: algunos distinguen a un Gramsci popular, y otros lo interpretan a partir del iluminismo pedagógico. Yo diría que estos últimos hacen una lectura positivista de Gramsci, no dialéctica, ahistórica, no contextualizada. De ahí la importancia de resaltar, hoy, el vínculo entre Gramsci y la educación popular, entre él y la tradición del pensamiento crítico, de la pedagogía crítica, como lo hacen los autores de este libro. La educación no es neutra. Ella está inserta en un contexto social e histórico. El conocer se vincula al poder.
La lectura de Gramsci nos ayuda a entender el rol de la educación como acto político y el papel transformador del educador, en cuanto intelectual y militante. En Gramsci, encontramos muchos elementos que nos pueden ayudar a comprender el contexto educacional de hoy. Los autores de este libro supieron trabajar las principales categorías gramscianas y desdoblarlas en propuestas para la educación. Ellos hacen una lectura crítica de Gramsci; por lo tanto, una lectura propositiva, pedagógica, no sectaria ni reiterativa, lo que fortalece la tradición transformadora y popular de la educación en la América Latina.
Este libro nos ayuda a mantener vivo uno de nuestros principales referentes de la educación y de la política. Hacer honor a un autor es leerlo críticamente. No se trata, por lo tanto, de hacer una lectura dogmática, como si Gramsci fuese un tótem a ser venerado. Se trata de releerlo a la luz de las contradicciones de nuestro tiempo. Es en este sentido en el que él continúa siendo actual: no para ser repetido por seguidores, sino para ser reinventado.
Su pertinencia y vigencia, por eso, se da mucho más por las preguntas que él se hacía, por su método, por el modo de enfrentar los desafíos de su tiempo, que propiamente por las respuestas puntuales que daba en aquel contexto. Su crítica a los intelectuales iluministas y al enciclopedismo pedagógico que se traduce como una de las más grandes amenazas a la educación contemporánea, el instruccionismo es muy actual. Aprender es indagar, producir autónomamente. En el instruccionismo, el docente no piensa, reproduce lo que está escrito en el libro didáctico, en el manual; no elige, no tiene autonomía. Por eso, el docente necesita otra formación, no instruccionista. Es necesario que sea formado para conquistar su autonomía intelectual y moral, para ser autor.
Cuando estaba en prisión, Antonio Gramsci no podía escribir la palabra marxismo bajo pena de ver sus textos impedidos de llegar a su editor. Para engañar a sus censores, él escribía filosofía de la praxis en lugar de marxismo, brindándonos, así, una bella traducción del concepto de marxismo. Con eso, Gramsci nos ofreció también un referencial teórico para la construcción de una pedagogía de la praxis como pedagogía emancipadora.
Gramsci evidenció la naturaleza política de la educación y la naturaleza pedagógica de la política. Educar es siempre tomar partido, mostrar una dirección, asumir valores, comprometerse, pero sin adoctrinar o manipular. Educar es concientizar, desfetichizar, desmitificar, tornar visible lo que fue ocultado para oprimir.
Gramsci combatió el espontaneísmo como combatió, también, la manipulación, el determinismo y el fatalismo, reforzando la necesidad de la formación crítica de las masas, argumentando que la revolución no se confunde con la superación mecánica de las condiciones objetivas de la sociedad; ella es el resultado de la lucha, de la voluntad de los sujetos, por lo tanto, de la praxis social. Cambiar al mundo y cambiar a las personas son procesos interdependientes. Para la constitución de una nueva hegemonía, es primordial el papel de los sujetos en la historia, el rol de la sociedad civil, de la educación y de la cultura. Hoy, ese constructo gramsciano es particularmente vigente y apropiado para explicar un momento histórico de dominio del sentido común fatalista del neoliberalismo, que se presenta, arrogantemente, como única alternativa.
En ese contexto, Gramsci valorizaba los espacios educativos de los movimientos sociales, tan importantes hoy en la construcción de un otro mundo posible, como sostiene el Foro Social Mundial. Gramsci resaltaba el papel formativo de las agremiaciones estudiantiles y de los sindicatos. Esa es, también, otra importante lección que él nos deja, al evidenciar cuánto la lucha es pedagógica, y cuánto aprendemos en la reflexión crítica sobre nuestras prácticas.
¿Por qué debemos continuar leyendo a Gramsci?
Esa es una pregunta que el lector de este libro, posiblemente, me podría hacer. De mi parte, me gustaría decir que un pensamiento como el de Gramsci nos ayuda a ser mejores educadores. ¿Por qué? Porque él se basa en una profunda creencia en la capacidad humana de cambiar al mundo, por lo tanto, en la negación del determinismo histórico. Es un pensamiento que no le suelta la mano a un proyecto de sociedad, que afirma la politicidad como carácter inherente a todo lo que es humano, que reconoce la legitimidad del saber popular, de la cultura popular, del buen sentido popular.
Nosotros los educadores, en cuanto intelectuales, lidiamos constantemente con el conocimiento científico y con el saber elaborado. Al valorizar el saber popular y defender la socialización del conocimiento, Gramsci reafirma el papel del intelectual en la sociedad, pero, al mismo tiempo, nos advierte que todos somos intelectuales, porque ninguna actividad humana puede prescindir de alguna intervención intelectual. Y como todos sabemos alguna cosa, como decía Paulo Freire, un gran lector de Gramsci, todos podemos enseñar alguna cosa.
Como educador, necesito fundamentar mi praxis en un pensamiento político-pedagógico que contribuya a ofrecerme instrumentos para que yo pueda orientar mejor mis acciones en la perspectiva transformadora. Y encontré eso en la lectura de Gramsci. Los intelectuales orgánicos no están obsoletos. Están delante de nuevas tareas, entre ellas la de aprender a tratar con la diversidad sin caer en el relativismo, respetar las individualidades y construir la unidad sin transformarla en uniformidad, en conformidad.
Sin duda, la lectura de Gramsci nos abre grandes posibilidades, no solo para la reflexión en el campo de las teorías de la educación, de las teorías del currículo, sino también para la praxis pedagógica contra hegemónica. Por eso, precisamos continuar leyendo a Gramsci.
CONTENIDO
Prólogo
¿Por qué debemos continuar leyendo a Gramsci?, Moacir Gadotti
Capítulo 1
Gramsci para educadores, Flora M. Hillert
Capítulo 2
Gramsci, el estudio social de la educación y la tradición crítica en pedagogía, Daniel H. Suárez
Capítulo 3
Gramsci, Freire y la educación popular: a propósito de los nuevos movimientos sociales, Luis A. Rigal
Capítulo 4
La pedagogía prefigurativa en el joven Gramsci. Una aproximación a la teoría y práctica de la educación futura, Hernán D. Ouviña
Apéndice
Escritos inéditos de Gramsci sobre Educación