Selección de Cristián Warnken y Ernesto Pfeiffer
Ilustraciones de Germán Arestizábal
El legado poético y vital que constituye la obra de Jorge Teillier es a la vez sencillo y profundo, y se resume en tres versos: «La poesía /es un respirar en paz / para que los demás respiren». Su visión y puesta en práctica de la palabra como redentora de lo vivido y atesorado —como una forma de resistencia ante el paso del tiempo— marcó a toda una generación y trascendió cualquier ismo. Su poesía se debe a los lares, término que él mismo acuñó para describir un modo particular de aquilatar la experiencia vital y transformarla en visión poética —nostálgica—, apelando al rescate del mundo cotidiano en sus formas más elementales: «Contarles a los amigos desaparecidos / que afuera llueve en voz baja / y tener en las manos / un puñado de tierra fresca».
Esta nueva antología de Teillier reúne parte esencial de su obra poética y hace un recorrido por todos sus poemarios publicados. Además, incluye el cuento «Las persianas» y una selección de sus crónicas y ensayos. La portada e ilustraciones del interior son obra de Germán Arestizábal, amigo y ya conocido colaborador de Teillier, y fueron reunidas por el propio artista especialmente para esta edición. En estas páginas el público lector podrá constatar y celebrar la actualidad y permanencia de una voz que, en sus paseos por los parajes de la infancia y de la provincia, en el recuento de sus horas de «trasnochador empedernido (…) / refugiado en los mesones», transforma la experiencia íntima de la memoria y la pérdida en consuelo y legado universal.
Jorge Teillier Sandoval (Lautaro, 1935 – Viña del Mar, 1996).
Poeta, cronista, ensayista y traductor. Asumió su poesía como heredera de la tradición y dio a luz una obra única en su vocación de retorno al origen y conexión con la dimensión secreta —mágica— que palpita en la vida cotidiana. Pasó su infancia en el sur de Chile, donde leyó todo lo que caía en sus manos desde que aprendió a los cuatro años. Ganó su primer premio —Canto a la Reina de la Primavera— a los dieciséis, mientras vivía y estudiaba en Victoria. En 1953 viajó por primera vez a Santiago y entró al Instituto Pedagógico a estudiar Historia y Geografía. A pesar de no titularse, volvió a Lautaro y ejerció de profesor algunos años, pero al tiempo decidió radicarse en Santiago. Fundó la revista Orfeo en 1963, año en que recibió el premio CRAV por su cuento «Las persianas». Trabajó por esa época en el Boletín de la Universidad de Chile, en el que apareció su ensayo «Los poetas de los lares. Nueva visión de la realidad en la poesía chilena» (1965). En 1956 publicó su primer libro, Para ángeles y gorriones. La etapa creativa que inauguró este poemario fue prolífica en publicaciones, entre las que destacan El cielo cae con las hojas (1958; Premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile), El árbol de la memoria (1961; Premio Municipal de Literatura de Santiago), Poemas del País de Nunca Jamás (1963), Crónica del forastero (1968; Premio CRAV) y Muertes y maravillas (1971). En 1973 sale su traducción, junto a Gabriel Barra, de La confesión de un granuja, de Serguéi Esenin, y tras el golpe de Estado en Chile la frecuencia de sus publicaciones decayó. De esta etapa sobresalen Para un pueblo fantasma (1978), Cartas para reinas de otras primaveras (1985), El molino y la higuera (1993; Premio Mejores Obras Literarias Publicadas) y Hotel Nube (1996). Su último poemario, En el mudo corazón del bosque, se publicó en 1997, un año después de su muerte. Recibió el premio Eduardo Anguita en 1993.