Las ninfas, hijas de Zeus y Tetis, viven «en la primera espuma de una fuente, en el destello del surtidor y en el reflejo de las aguas cuando la fronda permite asomar unos rayos de sol. Se bañan curso abajo, dejan estelas con su cuerpo. (…) Cantan, tocan instrumentos, danzan. No quieren ser vistas y, pese a ello, los ojos de los dioses y los hombres, ocultos y al acecho detrás de unos matojos, las ansían. Son amadas y, sólo a veces, aman». Claudio Monteverdi, hojeando las «Poesie de Rinuccini», se fijó en la canzonetta que, por fortuna, habría de convertirse en el «Lamento della Ninfa»: una pieza de singular belleza, delicada e inolvidable. Sólo un músico tan transgresor, que aspiraba a lograr la adecuación de la melodía a la emotividad para hacer audible lo silenciado hasta entonces, podía dar voz al desgarro de unas criaturas que viven entre dos mundos pero no pertenecen enteramente a ninguno. Este hermoso texto recorre a través del arte, la literatura y la música la historia de ese mágico encuentro del maestro italiano con su ninfa; un homenaje incomparable al amor por la hermosura.
CONTENIDO:
I. La humedad
II. Del consuelo y la brisa imaginaria
III. Agudos dardos de la voz
IV. El afecto en el pecho
V. «Miserella». El descenso
«Lamento della Ninfa»