Brains. String Quartet No. 2

Fue después de una entrevista con el profesor Yuji Ikegaya sobre su investigación en neurología que quise trabajar sobre algunas particularidades funcionales del cerebro humano.
Cuatro de estas especificidades me llamaron la atención. El primero es lo que es del orden de la autonomía o independencia. De hecho, aunque no se produce ninguna estimulación externa, el cerebro humano muestra actividades espontáneas que se expresan en forma de patrones fijos. El segundo es el principio de “infección/contaminación” de gestos u oraciones con el funcionamiento de las neuronas espejo: los humanos aprendemos imitando los gestos de los demás, de ahí surgen emociones como la compasión o la simpatía. El tercero está vinculado al aprendizaje espontáneo y a la autorrenovación del cerebro, facultad que lo diferencia singularmente del ordenador. Finalmente, la conciencia del “yo”, que es lo que lo diferencia del cerebro del animal.
Encontré en la forma clásica y austera del cuarteto un campo de exploración ideal para desarrollar este proyecto musical. En realidad, el cuarteto está formado por los cuatro cerebros de los músicos, pero también es una entidad en sí misma, un centro nervioso unitario.
La escritura musical procede así por imitación, sobre la base de patrones que varían constantemente en la búsqueda de la identidad y en su relación con el otro y con los otros (los músicos).
El otro es también el autista, aquel que no puede imitar y comprender bien las expresiones, emociones y gestos externos. La cuestión de las relaciones se convierte entonces en la de dependencia, independencia y/o interdependencia. Está en el centro de mi proceso compositivo que, a través de la organización y sonificación de los comportamientos de las diferentes voces del cuarteto, es también un medio para cuestionarme como compositor, sobre mi identidad y mi propia relación con el mundo.
(Misato Mochizuki)