Mike Wilson, al menos desde la excelente Leñador en adelante, ha hecho una serie de publicaciones extrañas, bellísimas en su singularidad. Némesis no se aparta de ese camino peculiar, con el que cuesta ligar a su autor no solo con sus pares generacionales sino que además adivinar por dónde van sus lecturas.
Némesis es un relato difícil de explicar porque también es difícil de asir en su lectura. El libro, su soporte, tiene algo bíblico no solo en su texto sino en su formato a doble columna. El argumento sigue a un gigante que desembarca en un poblado o ciudad que es reiteradamente descrito como chueca o inclinada. Némesis alude a la diosa griega —la diosa de la venganza—, tal como el gigante en el libro que desembarca en la ciudad chueca para azotar a cada habitante. Es así como el libro se convierte en una sucesión de escenas cruentas, en que el gigante avanza desmembrando, rompiendo, desenterrando tumbas, destruyendo y buscando. Hay un puñado de personajes que sirven de contrapunto y motor al deseo retributivo del gigante: una coja, dos hermanos, un niño asesino, un preso.