“¿Creen que el camino de la Revolución está sembrado de rosas? ¿Qué no hay más que marchar de victoria en victoria, al son de La Internacional, y con las banderas al viento? Así sería fácil ser revolucionario. No, la Revolución no es una partida de placer. No, el camino de la Revolución está cubierto de zarzas y espinas. Aferrándonos al suelo que se nos escapa, con nuestras uñas y nuestros dientes, arrastrándonos si es necesario, cubiertos de lodo, debemos marchar a través del fango, hacia delante, hacia el comunismo, y saldremos vencedores de la prueba” Vladimir Ilich Lenin
Con sólo apartar la mirada dogmática y mecanicista, la crónica de la Revolución Rusa sigue siendo hoy una invitación apasionada al debate y a la polémica. Basta con releer aquellas proclamas para sentirse uno más en la multitud que escucha en silencio el vozarrón de Lenin, que sigue la huella de Trotsky a bordo de su tren blindado hacia el frente de batalla, que observa azorado las capitulaciones de Zinoviev y Kamenev, que adivina en las sombras los sigilosos movimientos de Stalin. Por qué Stalin derrotó a Trotsky propone, además de la crónica que atraviesa los episodios centrales de la Revolución, una serie de entrevistas a escritores, historiadores y estudiosos del tema, un reportaje con Esteban Volkov -nieto de León Trotsky-, un repaso por los últimos años de Trotsky en su exilio en Coyoacán y una pequeña semblanza del poeta Vladimir Maiakovski, que tanto tiene que ver con el derrotero del proceso soviético. Más allá del saludable debate que pueda generar un nuevo recorte arbitrario sobre este proceso, la intención final es intentar aprender. Aprender de los errores, pero también de los enormes aciertos. Y no hay aprendizaje mejor que la experiencia vital de una revolución en marcha.