Escribir de erotismo es labor difícil, sobre todo porque el campo está minado por los lugares comunes, las insistencias o, peor aún, la trivialidad.
Elia Martínez-Rodarte está por encima de esas consideraciones, su prosa es ágil y en sus textos fluye la lucidez, esa chispa inteligente que anima sus escritos en los que nunca decae su capacidad por revelar la cara oculta de los temas, lo mismo cuando habla de los besos franceses o los negros, que cuando se mete a la minimalia del clítoris o al alfabético punto G, sin olvidar los genitales masculinos.