Susan Fenimore Cooper (1813-1894, Estados Unidos), escritora, feminista, sufragista, políglota, ecologista y naturalista. Publicó los libros Female Suffrage: A Letter to the Christian Women of America y The Rhyme and Reason of Country Life. Colaboró con The Atlantic Monthly. Tenía formación en historia, arte, botánica y zoología. Fundó un orfanato en Cooperstown, Nueva York, convirtiéndolo en una célebre organización benéfica. Desde 1948 hasta 1849, Susan Fenimore Cooper escribió un diario donde anotaba las reflexiones e impresiones que le despertaba la naturaleza. En 1850 estas reflexiones fueron publicadas por primera vez bajo el título Diario rural. Susan Fenimore Cooper describe poéticamente, con gran detalle y asombro, sobre la preservación y conservación de la naturaleza, de la flora y fauna. Fue la primera persona en utilizar el concepto “sostenibilidad”, a la vez, de las consecuencias de la industrialización y el cambio de hábitos de los pájaros por la deforestación y extractivismo. Con este diario se transformó en la pionera de la conservación, la ecología y la literatura sobre naturaleza.
El libro de Fenimore Cooper es una pieza fundacional de la literatura sobre la naturaleza, fue publicada cuatro años antes que la obra canónica sobre la naturaleza Walden de Henry D. Thoreau. Fue la primera persona en utilizar el concepto “sostenibilidad”, a la vez, de las consecuencias de la industrialización y el cambio de hábitos de los pájaros por la deforestación y extractivismo. Con este diario se transformó en la pionera de la conservación, la ecología y la literatura sobre naturaleza.
Miércoles, 22.—Una tormenta eléctrica anoche, acorde al equinoccio; y esta mañana, para alegría de toda la comunidad, se proclamó la llegada de los zorzales petirrojos. Para nosotros, uno de los grandes eventos del año es la llegada de los zorzales; hemos
estado en su búsqueda los últimos diez días, pues generalmente llegan entre el día quince y el veintiuno del mes, y ahora la mayoría de las personas que encuentras, viejos y jóvenes, grandes y chicos, tienen algo que decir sobre ellos. En cuanto alguno de los primeros en llegar es visto por un miembro de la familia, el hecho es proclamado en toda la casa; los niños corren a contarles a sus padres, “¡llegaron los zorzales!” Abuelos y abuelas se ponen sus lentes y se asoman por la ventana para mirar a los zorzales; y escuchas vecinos preguntarse entre ellos de manera muy solemne: “¿Has visto a los zorzales?”—“¿Has escuchado a los zorzales?”