Tecnologías de género y políticas de reproducción.
«El postfeminismo ha terminado, ¡bienvenido el xenofeminismo! Directo, intransigente, y a menudo controvertido: es el eslabón perdido entre el feminismo radical de la década del 70 y el cyborg contemporáneo, el lenguaje trans y queer de la emancipación. Ámalo, ódialo, pero léelo.» Paul B. Preciado
En una época de aceleración tecnológica, ¿es posible reimaginar el potencial emancipador de los feminismos? ¿Cómo podrían reconfigurarse las políticas de género cuando las fronteras entre lo humano y lo no humano, la cultura y la naturaleza, el hombre y la mujer se vuelven cada vez más borrosas?
En 2015 el grupo Laboria Cuboniks publicaba el manifiesto “Xenofeminismo: una política por la alienación”, en el que se incitaba a la apropiación de las tecnologías existentes para transformar las condiciones de opresión sociobiológicas del sistema actual. El prefijo xeno- refiere a la voluntad de producir un tipo de feminismo que adopte la diversidad sexual más allá de cualquier concepción binaria y que tenga la capacidad de forjar alianzas y modos de solidaridad con lo distinto, lo extraño, lo alienígena. A partir de influencias que van desde el ciberfeminismo, el poshumanismo, el activismo trans*, el materialismo y el aceleracionismo, las xenofeministas proyectan un mundo más allá de las nociones de género, sexo, raza, especie y clase, y entienden la naturaleza como un espacio de conflicto atravesado por la tecnología que debe ser reconquistado constantemente, en especial por las mujeres sobre quienes la idea de lo “natural” con su mandato reproductivo pesa de forma aplastante.
En este volumen, Hester amplía lo expuesto en el manifiesto y desarrolla una programática a partir de sus tres pilares teóricos: el antinaturalismo, el tecnomaterialismo y el abolicionismo de género. Estos ejes se dirigen a abordar lo que para la autora constituye uno de los territorios fundamentales para cualquier posición xenofeminista: el problema de la reproducción y su relación con nuestro destino en el planeta. Se trata de desarrollar representaciones para un “futuro extraño” que no impongan ni condenen la reproducción biológica y que establezcan modelos no normativos de reproducción social basados en la autonomía de los cuerpos y la diversidad sexual, capaces de promover lazos afectivos y de cuidado más allá de la filiación sanguínea.